Aquel día, mientras enjuagaba un saco, la muchacha desapareció. Su angustiada madre la buscó por todo el pueblo, luego por toda la villa, y solo desistió de su empresa cuando los emisarios que mandó a Pasto regresaron con el rabo entre las patas.
Algún tiempo después, la madre estaba sentada junto a la chorrera
pensando en su hija, como solía hacerlo a veces, después de la
desaparición. De pronto, como un espectro de carne y hueso, ella se
presentó frente a sus ojos. La muchacha llevaba un bebé en brazos,
además, la pequeña mano de otro niño le sujetaba la falda mojada.
La señora sintió que le regresó el alma al cuerpo por un instante, mas, antes de que pudiera preguntarle nada, del interior de la chorrera salió el Duende, estaba muy enojado, exigiendo que su esposa regresara de inmediato a casa.
- El Duende se llevó a mi hija - declararía más tarde la señora, primero ante todo el pueblo, y más tarde, cuando ya casi nadie se acordaba, ante todo aquel que le hizo el favor de escucharla.
Los forasteros nunca le creían, pero los vecinos sabían que la señora decía la verdad, pues, por esos años, más de uno vio a la esposa del Duende lavando ropa en la chorrera. Su madre nunca más habría de volver a verla.
La señora sintió que le regresó el alma al cuerpo por un instante, mas, antes de que pudiera preguntarle nada, del interior de la chorrera salió el Duende, estaba muy enojado, exigiendo que su esposa regresara de inmediato a casa.
- El Duende se llevó a mi hija - declararía más tarde la señora, primero ante todo el pueblo, y más tarde, cuando ya casi nadie se acordaba, ante todo aquel que le hizo el favor de escucharla.
Los forasteros nunca le creían, pero los vecinos sabían que la señora decía la verdad, pues, por esos años, más de uno vio a la esposa del Duende lavando ropa en la chorrera. Su madre nunca más habría de volver a verla.
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