LA ESPOSA DEL DUENDE

Una vez, hace mucho tiempo, una joven salió de casa a lavar ropa en la chorrera de costumbre: la funesta. Aquella caída de... agua era la misma en la que se había aparecido un hombrecito de sombrero grande, cinturón ancho y botas sucias. No era otro sino el Duende, entre quienes lo conocían, aquel personaje singular tenía mala fama de conquistador, pues su costumbre era llevase a las jóvenes más bellas y vírgenes de Chambo. 

   Aquel día, mientras enjuagaba un saco, la muchacha desapareció. Su angustiada madre la buscó por todo el pueblo, luego por toda la villa, y solo desistió de su empresa cuando los emisarios que mandó a Pasto regresaron con el rabo entre las patas.

   Algún tiempo después, la madre estaba sentada junto a la chorrera pensando en su hija, como solía hacerlo a veces, después de la desaparición. De pronto, como un espectro de carne y hueso, ella se presentó frente a sus ojos. La muchacha llevaba un bebé en brazos, además, la pequeña mano de otro niño le sujetaba la falda mojada. 

   La señora sintió que le regresó el alma al cuerpo por un instante, mas, antes de que pudiera preguntarle nada, del interior de la chorrera salió el Duende, estaba muy enojado, exigiendo que su esposa regresara de inmediato a casa. 

  - El Duende se llevó a mi hija - declararía más tarde la señora, primero ante todo el pueblo, y más tarde, cuando ya casi nadie se acordaba, ante todo aquel que le hizo el favor de escucharla. 

  Los forasteros nunca le creían, pero los vecinos sabían que la señora decía la verdad, pues, por esos años, más de uno vio a la esposa del Duende lavando ropa en la chorrera. Su madre nunca más habría de volver a verla.

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